Una gigantesca lata de corned beef viste a la plaza de monumento. Si uno no conociera la historia del pueblo, la creería obra sin anclaje de un excéntrico artista de la escultura y la contemplaría hasta con gracia; pero el pasado golpea en cada metro cuadrado de Liebig, se repite a cada paso, vuelve sobre sí mismo y desemboca en la estructura edilicia del herrumbrado frigorífico.
El gigante dormido resiste a la derrota en un ambiente solitario que intimida romper el silencio; descansa en un cuadro desolado; revive su ímpetu en el misterio; y a un lado y al otro el paisaje verde característico de Entre Ríos lo entroniza, lo vuelve centro, lo instituye en atractivo turístico responsable de solventar al pueblo que en otros tiempos fue capaz de originar.